John Wick es una historia de venganza y acción a la antigua. No es una cinta demasiado complicada, pero tampoco tiene porqué serlo: su objetivo principal es tener a su público al filo de sus asientos, emocionarlo y llenarlo de adrenalina, y lo cumple.
Se trata de una de las películas de acción mejor hechas que haya visto en mucho tiempo (sin llegar a superar a “The Raid” o a su secuela, claro está), dirigida con estilo y presentándonos con un protagonista innegablemente duro en la forma del John Wick de Keanu Reeves. Me entretuvo sin hacerme sentir un idiota, (a diferencia de otros filmes hollywoodenses).
John Wick se ha retirado; solía ser el asesino más rudo e intimidante del bajo mundo, pero decidió sentar cabeza y vivir una vida tranquila con su pareja, Helen (una desperdiciada Bridget Moynahan, quien sólo aparece en flashbacks). Lamentablemente, su nueva vida no durará mucho: Helen muere de una misteriosa enfermedad, y un día, después de encontrarse con unos delincuentes en un grifo, estos regresan a su casa y matan a su perro.
Lamentablemente para ellos, no matan a John, por lo que éste se dedicará a rastrear y eliminar a los maleantes. A través de su amigo Aurelio (John Leguizamo, también desperdiciado), se entera de que el asesino del perro es Iosef Tarasov (Alfie Allen, de “Juego de Tronos”), el hijo de Viggo Tarasov (Michael Nyqvist, de la versión sueca de “La Chica del Dragón Tatuado”), un poderosísimo líder de un grupo de gángsters. Es por ello que, mientras que John busca matar a Iosef, Viggo pone una recompensa por matar a John, lo cual lo volverá el hombre más buscado en el bajo mundo. Este estatus hará que cruce caminos con una sexy asesina llamada la Srta. Perkins (Adrianne Palicki) y reciba la ayuda de un antiguo amigo llamado Marcus (Willem Dafoe).